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10 mil a la calle

En la Ciudad de México, en apenas dos años, 10 mil reos han salido libres. Ahora están fuera de prisión. Todos ellos, viviendo solos en un departamento, llenarían el conjunto urbano de Tlatelolco. Es una población enorme.

La noticia es a la vez buena y mala.

Por una parte, la noticia es no solo buena, sino muy buena. La mayoría de las personas que estaban en las cárceles fueron recluidas por delitos menores, como el robo. Una persona que robaba comida en un OXXO y por los giros de la mala fortuna resultaba detenida, terminaba en prisión. Gente pobre, paupérrima. Muchos ancianos, adolescentes y niños. Otros, sin sombra de culpa, terminaban en prisión por simple confusión de las autoridades. Un taxista cuyo caso no llegó a la pantalla cinematográfica como presunto culpable, fue encarcelado 8 meses porque las autoridades se equivocaron en el número de la placa de su vehículo, y lo encarcelaron por el supuesto asesinato de una mujer a la que había atropellado. En prisión sufrió incomunicación, golpes y vejaciones, y al final el juez le dijo «usted perdone».

Ahora toda esa gente, un verdadero ejército que se fue a la cárcel de manera injusta, ha quedado libre. Ahora irán a la prisión los que cometan delitos mayores, homicidio doloso, violación, secuestro, trata de personas, atentados con pistolas o cuchillos, delitos contra la salud. Los que roben sándwiches en las tiendas de abarrotes no irán a inflar el hacinamiento de las cárceles. Esa es una buena noticia. Magnífica.

En 2014 las cárceles de la Ciudad de México tenían una población de casi 40 mil personas. Hoy en día, son poco más de 28 mil. El hacinamiento se reduce. La corrupción puede combatirse con una población más reducida. Un poco. Algo.

La mala noticia, que resulta pésima, es que se sabe que las cárceles son las universidades de la delincuencia, y los niveles de reincidencia son altísimos. Los que salen no saben qué hacer. Tal vez algunos traten de reintegrarse laboralmente a la sociedad. Es decir, poner algún puesto ambulante. Pero otros, seguramente la mayoría, se integrarán a las bandas criminales que ya existen. La seguridad de la población tendrá miles de maleantes adicionales.

¿El trasfondo del problema? La pobreza. La desigualdad social. La falta de educación. La falta de perspectivas para los más pobres. Los que salen de la cárcel no tienen la verdadera posibilidad de ser libres. Pasarán a otro tipo de encarcelamientos.

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