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Conviene mentir

En el video se observan varios niños acostados en el suelo. Es un salón de clases. Hay pupitres y mochilas junto a los niños pecho a tierra. Los pequeños tienen zapatos tenis, y los mueven como si estuvieran nadando. La maestra les dice: «ni siquiera le entiendo a esa canción». Se escuchan disparos. «¡Abajo!, ¡abajo! -grita la maestra-; no mi amor; es un simulacro.»

No era ningún simulacro. Sucedió el pasado 12 de enero en el Colegio de Occidente en el centro de Ciudad Obregón, en Sonora, cuando un comando armado llegó frente a la escuela para ejecutar a dos encargados de un lote para la venta de autos usados. Después, los delincuentes enfrentaron a las autoridades, y la balacera se escuchó en toda la escuela. Los niños de segundo grado de primaria estaban en su clase de español, y cuando se inició la refriega todos se espantaron. Escucharon balazos, gritos, sirenas y llantas chillando en el pavimento. Algunas balas pegaban en las paredes del salón, pero por fuera.

La maestra Rocío Romero Monje puso a todos los niños en el suelo, y los obligó a cantar. No parecía tener miedo, y a los más espantados les decía que todo era un simulacro, y que había que seguir todo el ensayo al pie de la letra. Una madre aterrorizada, el enterarse del enfrentamiento, trató de llegar a la escuela. La maestra grabó el video donde aparece su hijo, para decirle que estaba sano y salvo.

Hoy, el video es un testimonio del horror que vive nuestro país en materia de inseguridad.

Pero también es una prueba del heroísmo que sale a flote cuando lo mas sensato parece ser echarse a correr.

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