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El apocalipsis según el Covid

Que nadie salga de sus casas. El enemigo está afuera, caminando por la banqueta, doblando la esquina, escondiendo a sus huestes con un cubrebocas, asomándose por una ventana, subiéndose a un camión, metiéndose a una farmacia, bajando hacia las estaciones del Metro.

El número de infectados rebasa ya los 90 millones en el mundo. Las muertes se acercan a los dos millones.

Pero si ustedes creen que lo peor ya ha pasado, prepárense para lo que viene.

Los científicos han descubierto nuevas y alarmantes variedades del virus, lo que ha desencadenado el terror en los laboratorios, cierres de fronteras, cuarentenas, confinamientos más estrictos y anuncios de casas llenas en los hospitales. El entusiasmo que habían generado las vacunas se está esfumando como la niebla.

El Reino Unido parece ser la capital del terror. Los contagios y las hospitalizaciones han aumentado vertiginosamente en las últimas semanas, desde que el país detectó su propia variante del virus; resulta que es mucho más contagiosa que la anterior. Se calcula que el virus mutado ya es responsable de la mayoría de las nuevas infecciones en Londres y sus alrededores.

El mundo camina a paso de tortuga en sus procesos de vacunación. El número de contagios avanza como la liebre. Por eso los científicos ven la necesidad apremiante de inmunizar a tantas personas como sea posible antes de que el virus evolucione lo suficiente como para hacer que las vacunas pierdan su eficacia.

Pero… un momento. La vacuna no será suficiente para vencer al virus. Llevará años inocular a la cantidad de personas suficientes para limitar su evolución.

Mientras eso sucede, hay algunos escudos. El distanciamiento social, el uso de cubrebocas y la higiene de manos —junto con muchas pruebas, rastreos y seguimientos de contactos— podrían darnos tiempo para prevenir los devastadores repuntes de hospitalizaciones y decesos sobre la marcha. Los especialistas afirman que es probable que estas estrategias todavía puedan revertir la propagación del virus.

“Sabemos cómo aminorar la transmisión del virus con nuestro comportamiento”, señaló un especialista de la Universidad de Washington, campus Seattle. “En eso tenemos grandes ventajas”.

Tal vez, como pensaban los monjes cartujos desde sus celdas en la edad media, el encierro sea la salvación de los hombres.

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