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El Club

El Club es una agrupación en Estados Unidos al cual nadie quiere pertenecer. Pero los que pertenecen a ella ya no se quieren salir. Es la agrupación de los padres de familia que han perdido a sus hijos en los tiroteos absurdos y repetidos que han empapado de sangre al territorio de Estados Unidos. Cada vez que un sicópata ingresa armado a un bar, un concierto, un cine, un kínder, una escuela secundaria o una universidad, hay decenas de inocentes que mueren sinsentido, solo porque en ese país el derecho de armarse se considera uno de los derechos humanos fundamentales. Pero eso no está a discusión dentro del Club.

La organización surgió de manera espontánea. Está conformada por madres y padres hermanados por la tragedia. Ellos salieron después de las balaceras que segaron las vidas de sus hijos en la escuela secundaria de Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida -donde surgió una movilización nacional de estudiantes contra las matanzas-; de la secundaria de Great Mills en Maryland; de la primaria de Sandy Hook en Connecticut, de la Universidad de California en Santa Bárbara y de la lejana matanza de Columbine en 1999, que dio origen a una película de Michael Moore que hizo historia.

En el Club hay madres solteras, matrimonios con muchos hijos, negros y blancos, padres jóvenes y abuelos, meseras y agentes de bienes raíces, obreros y medianos empresarios, gente de la ciudad y el campo, demócratas y republicanos. Todos comparten las memorias de sus hijos, sus reacciones al escuchar de sus muertes, su soledad y su amargura.

Aunque no hay un deseo de discutir la libertad o la prohibición de vender armamentos en el país -todos saben que es un tema divisorio entre la población-, existe un caldo de cultivo favorable para impulsar varias medidas. Entre ellas está una mayor investigación a la hora de vender las armas, un período de 30 días para autorizar las ventas, el registro obligatorio de la policía sobre la posesión de armamentos y la prohibición de vender armas de asalto.

Y por otro lado, hay un fermento para fortalecer las medidas de protección de las escuelas -como los sistemas detectores de metales- y, sobre todo, los intentos por crear una cultura estudiantil que se ha perdido, que es la cultura de la comunidad, con los valores de la empatía, la solidaridad y la compasión.

Falta mucho para que la sociedad de Estados Unidos se despoje de la noción jurídica y  constitucional -integrada en el ADN de los ciudadanos- que sostiene que la venta de armas y la facultad individual de armarse son una parte fundamental de los derechos humanos.

(Información de Time Magazine)

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