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El dinero se mueve a la derecha

A los multimillonarios no les importa la democracia. Les importa que el gobierno les permita reproducir sus fortunas sin ningún impedimento. Y si de alguna forma ven amenazados sus caudales, empiezan a protestar como si el socialismo estuviera a la vuelta de la esquina.

Eso está sucediendo en Estados Unidos, donde los monarcas de Silicon Valley repentinamente se han puesto en contra de los demócratas. No es solo es Elon Musk, el artífice de los carros eléctricos; también otras personalidades destacadas, entre ellas Jeff Bezos -el hombre más rico del mundo, que aparece en la fotografía-, han hablado muy mal del gobierno de Joe Biden. Algunos, incluso, -ahora se sabe- estuvieron discutiendo la mejor manera para anular las elecciones de 2020.

Es difícil imaginar en qué tipo de mundo vive Musk para haber dicho que los demócratas son «el partido de la división y el odio», mientras Tucker Carlson -un comentarista de Fox News muy influyente en el Partido Republicano- habla en todos sus programas sobre la llamada teoría del reemplazo, según la cual las élites liberales tienen un plan deliberado para llevar inmigrantes a Estados Unidos y desplazar a los votantes blancos. Las encuestas muestran que casi la mitad de los republicanos concuerda con esta teoría.

Es cierto que algunos intereses económicos reales están en juego. Los demócratas propusieron nuevos impuestos aplicables a los ricos, y el presidente estadounidense Joe Biden ha designado a funcionarios conocidos por ser defensores de una política antimonopolio mucho más estricta. También es cierto que las acciones tecnológicas han bajado de valor en meses recientes, lo que ha reducido en el papel la riqueza de magnates como Musk y Bezos.

En este momento, sin embargo, estas políticas de redistribución del ingreso parecen ser una posibilidad muy remota. Incluso si los demócratas, contra todo pronóstico, conservan el control del Congreso en noviembre, no existe ninguna probabilidad real de que se realice una campaña contra la desigualdad extrema. Más aún, con cualquier política redistributiva concebible, los multimillonarios seguirían siendo increíblemente ricos y no se vería afectada su capacidad de comprar todo lo que quisieran.

Sin embargo, lo que el dinero no siempre puede comprar es la admiración. Y resulta que es justo en este ámbito donde los titanes tecnológicos han sufrido pérdidas tremendas.

Musk tiene millones de seguidores en Twitter, muchos de los cuales son seres humanos reales y no bots, y en general han sido defensores fervientes de Tesla. Su problema es que ahora han perdido credibilidad. Las redes sociales, que en cierta época se consideraban una fuerza defensora de la libertad, ahora se consideran portadoras de la desinformación y el engaño. Por su parte, la propaganda de Tesla se ha visto afectada por los accidentes con el piloto automático. Los magnates del sector tecnológico todavía poseen una riqueza inmensa, pero el público -al igual que el gobierno- ya no los tiene en el pedestal que solían ocupar.

El dinero no puede comprar admiración, pero sí puede comprar poder político; y parte de este poder se acuña en un Partido Republicano que cada vez cae más en el autoritarismo.

Todo eso se verá reflejado en las próximas elecciones.

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