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El nuevo testamento

Pensar en dios en un mundo convulso como el actual, no puede llevar más que a negar su existencia, apelar a la fe, u optar por la comedia en un acto de sobrevivencia. Este último es el camino que eligió Jaco Van Dormael en su película El nuevo testamento (Le tout nouveau testament) (2015).

Ea (Pili Goryne), la narradora, es una pequeña de 10 años que vive en Bélgica y se presenta como la hija de dios, un tirano loquillo (Benoit Poelvoorde) que encuentra en la creación de desastres de toda índole su mayor diversión. Cuando no duerme o come, entra a su despacho -un galerón vacío con las cuatro paredes retacadas de archiveros hasta el infinito- y delira frente a su computadora emplazada en un pequeño escritorio, en la que elucubra reglamentos que harán sufrir a la humanidad. Ley 8245, escribe dios: la fila en la que eliges formarte cuando vas al súper siempre caminará a menor velocidad que las de tus vecinos.

Harta de la tiranía paterna, Ea decide vengarse de su padre y entra a su computadora, desde la que envía un mensaje de texto donde comunica a cada uno de sus lectores el tiempo que le queda de vida. Acto seguido, introduce una clave para desactivar la máquina, con lo que dejará a dios sin su herramienta de trabajo. Luego huye del pequeño departamento en Bruselas -el equivalente al Olimpo griego o el cielo inasible de los catecismos católicos-, a través del tubo de desagüe de la lavadora. Una vez en la calle conoce a quien será el escribano de su nuevo testamento: un viejo vagabundo bonachón que podría ser su padre. Y a partir de ese momento Ea se da a la tarea de buscar a sus apóstoles sin importarle la persecución de dios, ese padre furibundo víctima de sus propios reglamentos.

Cada uno de los nuevos apóstoles se irá agregando al cuadro de la última cena, que pende de una de las paredes del pequeño departamento de dios en Bruselas. La escena recuerda el magnífico cortometraje del gran cineasta belga, André Delvaux, sobre la pintura flamenca que comienza justo con los cuadros realizados sobre la última cena.

Destaca la historia de Catherine Deneuve, quien aparece en el cuadro, junto al orangután que ha elegido como su nueva pareja. Tanto la fotografía como la edición de la película -que en ocasiones recuerdan a un Buñuel que contara ya con el lenguaje propio de la era cibernética-, consiguen un discurso surrealista e hilarante que hacen de El nuevo testamento una gran película, cuya profundidad sucumbe en su propio juego de banalización.

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