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El poder del cine

Una buena película puede cambiar nuestros corazones. A esa conclusión llega Vernon Jordan, después de asistir con sus nietos al cine para ver en la pantalla Figuras Ocultas, una cinta basada en la historia verdadera de tres cerebros de la NASA que cumplieron un papel estelar durante la carrera espacial contra la Unión Soviética, y cuyas capacidades fueron decisivas para poner en órbita al astronauta John Glenn. La película subraya el hecho de que los tres cerebros eran mujeres y, por si eso fuera poco, además eran negras. En la década de los 60´s, cuando se desarrolló esa historia, eran ciudadanas de segunda y tercera categorías, respectivamente. Por eso trabajaban en la penumbra.

Para los nietos de Jordan, la película resultó ser una rareza. Nacidos durante la administración de un presidente negro, no se imaginaban que hace medio siglo en Estados Unidos hubiera baños para blancos y baños para negros. Pero para su abuelo, nacido en 1935, la película lo puso nuevamente en el cadalso de un país racista hasta las raíces. Hay en la película una escena en la que Olivia Spencer, protagonizando a una madre negra que alecciona a sus hijos, les dice: «Yo también pago impuestos. Por eso -al igual que los blancos- yo también puedo sacar libros de la biblioteca.» Jordan recordó a su madre, mientras iban sentados en la parte trasera de un autobús -los asientos reservados a los negros-, cuando le dijo: «No por el hecho de estar aquí sentados somos inferiores a los blancos.»

Siendo niño, Vernon Jordan no conoció un ambiente igualitario.  Recuerda que en la escuela tenía libros de segunda mano, que habían sido utilizados por los niños blancos en años anteriores. Recuerda que no podía beber agua en los bebederos reservados a los blancos. Y que en la banda de la escuela, donde soplaba la tuba con sus pulmones de niño, tenía que pararse siempre un escalón abajo de los pequeños músicos blancos. Sin embargo, gracias a los ejemplos y las enseñanzas familiares, no creció con la mentalidad de esclavo.

Vernon Jordan ha sido toda su vida un luchador en contra del racismo. En 1957 era el único estudiante negro de una generación de 400 alumnos en la Universidad de Indiana, y al graduarse de abogado consagró su profesión al movimiento de los derechos para todos. En 1980 sobrevivió a un intento de asesinato, y posteriormente fue de los primeros negros en ser admitidos como conferencistas de alto nivel, y como miembros de los consejos de administración de las grandes empresas.

Ahora, a sus más de 80 años de edad, es un ciudadano cuya vida resume la historia del racismo en su país. Y afirma con modestia que no es ningún crítico de cine. Pero su sentencia es contundente: «El cine -dice, como si su afirmación fuera fortuita- es una de las armas más poderosas de nuestro arsenal.»

(Vernon E. Jordan, «The power of movies to change our hearts», en The New York Times)

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