En el revuelo internacional desatado por la pandemia del coronavirus, en México y en el mundo ha surgido un fenómeno que llama la atención por su estrechez de miras, su simpleza y su tontería. Se trata del temor a los médicos y las enfermeras, que se consideran portadores del virus por el simple hecho de tratar con personas infectadas. Fabiana Zepeda Arias, jefa de la División de Programas de Enfermería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), hizo en la televisión nacional un llamado alarmante: «por favor, ya no nos agredan», dijo.
Las enfermeras que trabajan bajo sus órdenes han sido atacadas brutalmente en más de 20 ocasiones, acusadas de propagar el coronavirus. Muchas ya no usan sus uniformes mientras viajan hacia el trabajo por temor a ser lastimadas, dijo la funcionaria, «Al contrario -sostuvo- nosotros somos las que podemos salvar sus vidas”.
En la Ciudad de México y muchas ciudades del interior de la República, los médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud han sido reconocidos con coros de aplausos y vítores desde las ventanas y los tejados, por estar actuando en la defensa de la población contra la pandemia.
Sin embargo, en algunos lugares, los médicos y enfermeras son estigmatizados como si fuesen focos de contagio debido a su trabajo. Han sido agredidos, maltratados y marginados de diferentes formas.
Se han reportado decenas de ataques contra trabajadores de la salud en varios sitios, donde los brotes intensos entre el personal hospitalario que atiende a los enfermos de coronavirus han inquietado a los residentes y a los miembros de la comunidad médica. Decenas de médicos y enfermeras se han enfermado en varios hospitales de todo el país, y los trabajadores de la salud han protestado de manera generalizada por los equipos de protección inadecuados.
Enfermeras en el estado de Jalisco denunciaron que se les impide utilizar el transporte público debido a su ocupación. Una enfermera en Culiacán, Sinaloa, dijo que le lanzaron cloro mientras caminaba por la calle.
Los funcionarios mexicanos han condenado la agresión contra médicos y enfermeros y han calificado los episodios como aislados.
Pero esta visión no prevalece en todo el mundo. Rodrigo Duterte, el hombre fuerte de Filipinas, advirtió que las personas que discriminan o agreden a los trabajadores de la salud serán procesadas rápidamente.
“Quiero ordenarle a la policía que arreste a cualquiera que los acose”, dijo. “Una vez en prisión, no los alimenten. Déjenlos morir de hambre”. Se trata de una dictadura montada sobre la epidemia.