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Guerra comercial

Una de las banderas que agitó Donald Trump para ganar la presidencia de su país fue la defensa de las industrias tradicionales de su país, basadas en la minería de acero y aluminio. Dijo que protegería la producción de esos insumos a sangre y fuego, para cuidar los empleos norteamericanos.

De acuerdo a su estrategía, Trump elevó los aranceles de dichos productos, generando una ola de estupor e indignación en los cinco continentes, y volviendo a la olvidada época del proteccionismo comercial y las guerras en el acceso a los mercados.

Tanto la Unión Europea como China y Canadá han declarado que responderían de la misma forma, elevando los aranceles a las exportaciones norteamericanas, dañando los intereses que el propio Trump prometió proteger hasta el final. Los primeros afectados serán los exportadores de whisky bourbon, los pantalones jeans y las moticicletas Harvey Davidsson. Y la respuesta verbal ha sido más que dura. Li Xinchuang, vicepresidente de la Asociación China del Hierro y el Acero, declaró que la medida de Trump era «estúpida», porque solo favorecía a algunas firmas estadounidenses. Y John M. Weekes, el negociador canadiense del Tratado de Libre Comercio, sostuvo que la figura de Trump está cayendo a pasos agigantados en Canadá.

La Unión Europea está planeando castigar las importaciones norteamericanas con 3 mil quinientos millones de dólares, una cantidad equivalente a las pérdidas obtenidas por la imposición tarifaria lanzada por la Casa Blanca.

Mientras tanto, los aliados internos están listos para convertirse en enemigos. Las moticicletas Harley-Davidson se fabrican en el distrito de Paul D. Ryan -vocero del Capitolio- en el estado de Winsconsin, y ha dicho que no puede quedarse callado si la política de Trump lastima a sus bases de apoyo. Los productores de jugo de naranja de Florida ya expresaron su inconformidad con el caos provocado en los mercados internacionales. Y las restricciones al whisky bourbon de Kentucky ya están jalándole el cuello a Mitch McConnell, el líder republicano del Senado que alabó a Trump cuando llegó a la presidencia.

Desatar la guerra -cualquiera que ésta sea- tiene sus costos. Nada halagadores, por cierto.

 

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