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La dama de goma

Theresa May, la primer ministra del Reino Unido, ha perdido toda su fuerza. Las pasadas elecciones parlamentarias se la quitaron. El ciclo se cierra. Después de haber llegado al liderazgo del Partido Conservador por la caída de David Cameron -quien tuvo la mala idea de someter al país a un referéndum que lo dejó fuera de la Unión Europea-, la nueva ministra cometió el mismo error que su antecesor, y adelantó unas elecciones que la pusieron en la picota.

A unos cuantos días de iniciar negociaciones para sacar al Reino Unido de la Unión Europea, su partido perdió la mayoría en el Parlamento. Obtuvo 318 escaños, ocho debajo de los 326 para lograr mayoría. El Partido Laborista, su mayor opositor, llegó a los 262. Para formar gobierno, May debe hacer equilibrios para no derrumbarse en el interior de su propio partido, y aliarse con el Partido de la Unión Democrática de Irlanda del Norte, un grupo ultraconservador que apenas tiene 10 asientos parlamentarios. Este grupo basa su ideología en el rechazo al aborto, los matrimonios gays y la lucha contra el cambio climático.

El problema de la primer ministra es que el sismo electoral le está quitando su propio piso. A unas horas de la debacle, mientras ella trata de mantener con vida a sus ministros del interior, finanzas y relaciones exteriores, los dos principales asesores en su cerrado círculo de gente de confianza -Nick Timothy y Fiona Hill- renunciaron a sus cargos. Es como si a un hombre sin piernas le quitaran sus muletas.

Ahora Theresa May enfrenta una negociación con Bruselas -sede de la Unión Europea- con un gobierno debilitado en su seno. Los acuerdos pueden ser muy menores. La euforia del Brexit se ha desinflado. A lo más, se llegarán a reestablecer los aranceles previos al mercado común. Europa mira a Inglaterra como un país dividido. La primer ministro se encuentra en la esquina opuesta a la Dama de Hierro que fue la mundialmente célebre Margaret Thatcher.

 

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