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La hipocresía de la Iglesia

Detrás de Spotlight, la película ganadora del Óscar, hay una historia de ultrajes, encubrimiento e hipocresía. En 1982, una creyente católica de Boston llamada Margaret Gallant envió una carta al Cardenal Humberto Sousa Medeiros diciéndole que ella seguía siendo una católica ferviente a pesar de que 7 niños de su familia habían sufrido de abuso sexual por parte de un sacerdote. Esa fue la punta del iceberg.

Dos décadas después, el diario The Boston Globe abrió una investigación sobre ese y otros muchos casos, y el periodista Michael Rezendes -ganador a la postre del Premio Pulitzer- publicó un libro llamado «Traición: la Crisis en la Iglesia Católica», donde desenmascaraba una red muy amplia sobre sacerdotes que abusaban sexualmente de los infantes.

Ese es el esqueleto de Spotlight, la película ganadora del Óscar en la gala de ayer en el Teatro Dolby de Hollywood. La película devela las dificultades y los vericuetos de la investigación, el relevante papel de la prensa al señalar todos los casos, y la hipocresía de los máximos prelados de la Iglesia que trataron inútilmente de ocultar todas las evidencias.

En especial, el Cardenal Bernard Francis Law, que encubrió a la red de sacerdotes pederastas desde 1984 hasta el año 2002, que fue trasladado a la iglesia de Santa María la Mayor en Roma. Al final de la película se dice que la red abarcaba a cerca de 700 sacerdotes, y que las víctimas superaron el millar.

No se dice, sin embargo, que el Papa Francisco lo despidió de la iglesia en los primeros días de su papado.

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