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La soledad del imperio

Si algo quedó claro en la última reunión del Grupo de los 20 países que supuestamente fijan el rumbo del desarrollo de las naciones, es que Estados Unidos se ha quedado solo. Tal vez la noción de Donald Trump como un hombre ignorante que llegó a la Casa Blanca por una carambola inesperada de la historia no sea más que una ocurrencia de los inconformes y sorprendidos, mientras que el verdadero significado de su elección es que Trump es la figura más adecuada para representar la caída imperial de su país. La historia, dicen algunos historiadores, siempre sabe hacia dónde se dirige.

El caso es que, en el seno del Grupo de los 20, Donald Trump y su propio país se quedaron solos. El discurso inaugural de Angela Merkel fue fulminante. Dijo que en el seno del grupo no existían los acuerdos. Que el mundo sabía que las posturas de Donald Trump eran aislacionistas, y que a raíz de eso la discordia era inevitable. Y entonces el país más poderoso del mundo se quedó solo. El viejo imperio del Tío Sam, la nación líder y la bujía más importante del desarrollo en el pasado, se quedó sin aliados. Ni siquiera Theresa May, la primer ministra conservadora del Reino Unido, tuvo el ánimo suficiente para apoyarlo.

El proteccionismo de Donald Trump ha sido el detonante principal de las diferencias, al menos en el terreno económico. El primer ministro de Italia, Paolo Gintiloni, dijo en el grupo que el nuevo proteccionismo es una enfermedad que puede contagiar al resto de la economía mundial. Que por eso hay que prevenirla. Y mientras Estados Unidos revisa la imposición de nuevas tarifas a la industria del acero, esta misma semana la Unión Europea alcanzó un nuevo tratado de libre comercio con Japón. México, por su parte,  ha volteado a ver a China. Francia y su nuevo presidente están buscando acuerdos para fortalecer a la Unión Europea. Alemania parece dispuesta a darle la espalda comercial a Estados Unidos. Y China, el imperio emergente, se prepara para tomar el mando.

Otro punto de desencuentro fue el tema del cambio climático. El Acuerdo alcanzado en París fue histórico, pero la administración de Trump se salió del Acuerdo. Es un tema que, si bien inicialmente incomodó a todo el mundo, ahora todos los demás países se aprestan para llevarlo a cabo sin la presencia de la Casa Blanca. El desdén es recíproco. Cuando llegó la hora de tocar el tema en la reunión del Grupo de los 20, Trump abandonó la reunión para irse a platicar con Putin. Para llegar a nada, por cierto.

Es claro que Donald Trump no representa a la totalidad de Estados Unidos. Solo al reducto más retrógrado de la nación. El resto sigue siendo un conjunto pujante, innovador, creativo, abierto al resto del mundo y protector de los ecosistemas y el medio ambiente. Sin embargo, el ascenso de Trump puede ser la aparición de la figura adecuada para representar la caída de un imperio. No sería la primera vez que eso sucede en la historia.

 

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