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Mandela llora

Nelson Mandela, uno de los líderes humanistas más grandes de todos los tiempos, llora desde su tumba. Su nación amada, que le sirvió de inspiración para sacarla del racismo oficial, la pobreza y la barbarie, se encuentra hundida en un mar de corrupción y desencanto. En Sudáfrica la población ya no cree en la organización que dejó Mandela como legado -el Congreso Nacional Africano-, ni en el gobierno actual, ni en las estructuras democráticas, ni en la lucha contra la pobreza, ni en el sistema fiscal, ni en nada.

Cualquiera podría culpar a Jacob Zuma, un hombre que luchó al lado de Mandela desde que estaban en cautiverio, y que cuando llegó al poder inició una escalada de engaños, robos, fraudes y escándalos. Su trayectoria gubernamental es una de las más criticadas en el mundo contemporáneo. A lo largo de 9 años de gobierno -inició su presidencia en 2009-, tuvo la triste hazaña de juntar 783 acusaciones de corrupción de las cuales -gracias a la compra de jueces y magistrados- resultó siempre inocente. Su ambición se inició cuando robó tempranamente 24 millones de dólares de las finanzas del Estado para remodelar su hacienda privada, y durante su peculiar forma de gobierno siempre eludió pagar impuestos. Su idea de desarrollo económico fue apoyarse en una familia Gupta de la India para multiplicar concesiones y participar activamente de las ganancias, ensanchando exponencialmente la brecha que separa a los más ricos de los más pobres de la nación. En su vida privada tenía cuatro esposas, y en las reuniones sociales se jactaba de haber violado a la hija de uno de sus mejores amigos.

En febrero del presente año la Asamblea Nacional le pidió la dimisión a Zuma, y puso en su lugar a Ciryl Ramphosa, un hombre de 65 años que fue también cercano a Mandela, y que dirigió al sindicato de mineros durante el fin del apartheid. Pero el cambio no llegó rodeado de buenos augurios. Pronto se difundió la historia reciente del nuevo presidente, que curiosamente no favorece a los trabajadores. Ramphosa inició una serie de inversiones tras el fin de la segregación racial en sectores tan variados como la energía, la banca y las telecomunicaciones. Hoy tiene una de las fortunas más grandes de Sudáfrica.

En días pasados se publicó un nuevo escándalo en la prensa. Ya se sabía, pero no se tenía tanta información sobre el asunto. Resulta que los altos funcionarios no pagan impuestos. Tienen una gran variedad de mecanismos para evadirlos. Y ahora la mayoría de la gente, de manera comprensible, tampoco quiere pagarlos.

El Estado Sudafricano, herencia igualitaria de Nelson Mandela, observa cómo sus cimientos se derrumban.

 

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