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No todo en Broadway es luz

Para los turistas que van a Nueva York, Broadway es una parada obligatoria. Los boletos no son baratos, pero vale la pena gastar arriba de 50 dólares por ver la magia transportable de El Fantasma de la Ópera, Mary Poppins, Un cuento del Bronx, Stomp o Chicago.

Bueno, Chicago ya no. Resulta que la popular obra -que albergó en su momento a la mexicana Bianca Marroquín- ha sido tocada por una tragedia real. Jeff Loeffelholz, uno de sus protagonistas de ensamble, se suicidó el pasado 26 de julio, y probablemente por una causa vinculada a su actuación en los escenarios más famosos del teatro musical.

Antes de ingerir una sobredosis de alcohol y pastillas -la vía fácil de morir para muchos actores-, Jeff escribió a sus amigos que había tenido un altercado desequilibrante con Leslie Stifelman, quien es la directora musical de la obra. El papel de Jeff era el de un hombre vestido de mujer, y por ello el actor tiene que ser dueño de una gran variedad de tonos, sobre todo los agudos. El actor, de 57 años de edad, había logrado las escalas más elevados durante toda su vida, pero tal vez el tiempo le estaba cobrando las ventajas de su profesión. Y Stifelman, una dama de casi la misma edad que ha dedicado también su vida a mantener un elevado nivel de exigencia y profesionalismo de los actores de la obra, supuestamente se pasó de la raya al hacer que Jeff repitiera su número varias veces, reprimiéndolo y azotando la puerta una vez que lo dejó solo con su fracaso.

¿Es eso un motivo para quitarse la vida? Seguramente no, pero puede ser el detonante final para tomar la decisión. La vida de Jeff enfrentaba una serie de problemas emocionales a los que se sumaron los financieros por haber sido despedido de una tienda de chocolates donde laboraba en Rockefeller Center, y frente la posibilidad de despedirse de su pensión de 40 mil dólares anuales por su papel en Chicago.

El suicidio ha derivado en un conflicto legal entre abogados. Los representantes de los actores quieren tener su parte activa en el reparto de la nueva obra. Y los defensores de los directivos no están dispuestos a dejarse. Todo mundo lamenta el suceso -sobre todo Stifelman, que se ha visto obligada a recordarle al elenco su profesionalismo y su bondad, y el resto de los actores, que se ha derrumbado por el suicidio de su compañero.

Los espectadores, por lo pronto, tendrán que asistir a otras obras. El telón de Chicago tardará nuevamente en abrir.

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