El último spot de Andrés Manuel López Obrador está basado en la obra Rebelión en la granja, de George Orwell. Independientemente de si hacer campañas anticipadas (a dos años de distancia) constituye o no un delito electoral, llama la atención el uso de la novela como ariete político contra los enemigos del candidato.

En una de sus frases, López Obrador habla de sus enemigos en la contienda electoral como si fueran parte de los animales de la granja. Dice: “Por eso pueden postular a una vaca o un burro, son lo mismo, fulanos y menganos, puercos y cochinos, cerdos y marranos”. Fuera del decoro verbal que deberían tener los candidatos a dirigir la nación, la frase tiene buena rima. Pero por su mención a los animales recuerda a otra frase del mismo autor, que le dijo al entonces presidente Fox: «Ya cállate, chachalaca», para después añadir: «…con todo respeto».

Ya embarcado en metáforas literarias, López Obrador lanza una frase triunfal: “Muy pronto habrá una rebelión en la granja y se acabará con la corrupción y la violencia. Tendremos producción, trabajo y bienestar para todos”.

El problema de todo esto es que en la novela de Orwell la rebelión en la granja -dirigida por los cerdos- no termina con la corrupción ni con la violencia, sino que se convierte en una odiosa dictadura. Los cerdos pasan a gobernar el mundo. Fue, en su momento -1945-, una crítica feroz del régimen de José Stalin.

Tal vez López Obrador no leyó la novela. O si acaso la leyó, no la entendió. Pero no importa. La literatura no es su fuerte. No. El mundo de las letras no es la fortaleza del actual presidente, ni del candidato a sucederlo.