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Segunda fuga

La segunda fuga del Chapo Guzmán es un golpe para el país entero. La prensa internacional la ha destacado como un evidencia de que el sistema penitenciario de México es no solo inoperante, sino que ha sido burlado dos veces por el hombre más buscado por México y por Estados Unidos en su momento.
Con la fuga, se ha escapado también uno de los logros más importantes del actual gobierno en materia de seguridad y de justicia, porque el Chapo Guzmán es el líder del cartel de narcotraficantes de México y del mundo, y su captura le había dado un voto de confianza a un país que parecía poder poner orden dentro de sus fronteras y castigar a los delincuentes más buscados y peligrosos del mundo.
Pero por sus descuidos, las autoridades del penal parecen no prestarle importancia al asunto. Tal vez no repararon en el hecho de que el Chapo era también el rey de los túneles y las alcantarillas, que había librado varios acorralamientos escapándose por el sistema de drenaje de Mazatlán y Culiacán, y que era evidente que no se quedaría cruzado de brazos para pasar el resto de sus días en la cárcel.
Ahora, más que nunca, el Chapo es un símbolo. Es el símbolo de la ineptitud y la corrupción de un país. Es el símbolo de que el dinero no restringe sus poderes tras las rejas. Es el símbolo de que justicia se puede burlar dos veces. Es el triunfo de la delincuencia sobre el castigo.

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