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Ser una mujer tzeltal

Las mujeres tzeltales de la localidad de Paraíso Chic´otanil, Sitalá en Chiapas despiertan todos los días entre 3 y 4 am, inician sus actividades preparando el desayuno, que sirven a sus esposos a las 5 am para que salgan a trabajar a la milpa. Después realizan las labores de limpieza del hogar como barrer, lavar la ropa y los trastes; y si el agua se les agotado, acarrean en cubetas 60 litros desde el pozo más cercano que está ubicado a 300 metros, son los litros que requiere al día una familia de cuatro personas.

Mantienen a los animales de su corral como gallinas, pollos y cerdos con actividades como recoger las heces, conseguir pasto para alimentarlos y darles agua limpia para beber. Una vez terminadas las labores en el hogar y corral, se dirigen a la milpa a quitar la maleza, sembrar frijol o maíz, cortar las plantas de café, cosechar el grano, limpiarlo, ponerlo a secar, etcétera.

Regresan a sus hogares para preparar la comida: limpiar y moler maíz para hacer 2 kilos de tortillas a mano (diario), limpiar y cocer el frijol y las verduras. Eso si tienen leña, porque si se les ha acabado, deberán ir a buscarla para poder cocinar.

Si hay plátanos o huevo fue un buen día, si no, comerán lo de todos los días, frijol con verduras y tortillas de maíz. Les sirven de comer a sus esposos, hijos e hijas y al último, si sobra, comen ellas, si no, atajan el hambre con tacos de sal, más o menos 10 por día. Levantan la mesa y lavan los trastes. Sólo preparan comida dos veces al día.

Bañan a sus hijas e hijos, juegan y aunque quisieran ayudarles a hacer la tarea, no pueden porque no saben leer ni escribir.

Cuando logran acostarse temprano, se van a la cama a las 10 pm y aunque realizan muchas actividades en el día, dicen que se sienten “normal” porque ya están acostumbradas a ese ritmo de vida. Sólo cuando van al cafetal reconocen que se sienten “un poco cansadas”.

Este año, la granizada del 21 de junio dañó fuertemente las milpas, las plantas se lastimaron y la mayoría se pudrió; y para rematar, en los meses siguientes una fuerte sequía azotó la región, lo que ocasionó que perdieran más del 50% de la cosecha de maíz, fríjol, hortalizas y café. Lo poco que lograron rescatar de esta temporada les ha permitido subsistir pero les alcanzará apenas para lo que queda del mes de diciembre. Dicen las mujeres que la hambruna empezará en enero o febrero del próximo año, cuando ya no tengan más reservas.

Algunos hombres con suerte conseguirán préstamos, pero para las mujeres que no tienen ninguna fuente de ingresos propia, esto no será posible.

Durante la hambruna, las 44 mujeres adolescentes y adultas (15-59 años) de esta localidad comerán sólo tortillas con sal si bien les va, pero a muchas se les vienen semanas en las que la jornada diaria no parará y realizarán todas sus actividades con el estómago vacío.

En este Paraíso donde el hambre no espera, para alimentar a sus 180 habitantes durante los meses de enero y febrero 2019 se requieren 10 mil kg de maíz y mil 600 kg de fríjol, lo que tiene un costo total de alrededor de 92 mil pesos.

Los impactos por desastres como la sequía no sólo destruyen los medios de vida, reducen la producción de alimentos y aumentan el hambre; también incrementan la desigualdad de género, porque las mujeres, por los roles establecidos en sus comunidades, son las más afectadas.

A pesar de que existe una incorporación de la reducción de riesgos de desastres (RRD) en el sector agrícola, todavía falta planificar, asignar recursos y contar con mecanismos institucionales que permitan implementar acciones a nivel local. Para lograr sectores más resilientes es obligatorio aumentar la inversión en la RRD para enfocarnos menos en responder a desastres y para regresarles el derecho a la alimentación a las mujeres rurales dependientes de la agricultura.

Griselda Franco

Coordinadora Reducción de Riesgos de Desastres de Oxfam

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor o autora y no necesariamente reflejan la postura oficial de Oxfam México

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