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Tres anuncios

En la película «Tres anuncios por un crimen», una mujer alquila tres espectaculares para denunciar la falta de acción de la policía para encontrar al asesino de su hija. La película era buena, fue la rival más cercana de la película de Guillermo del Toro –La forma del agua– para llevarse el Óscar a la mejor película, y la actriz de la cinta Frances McDorman se llevó la estatuilla a su casa por llevar a cabo una actuación memorable.

En la vida real, Kar Sullivan vio la película mientras iba en un vuelo de Nueva York hacia Orlando, Florida, y decidió que denunciar el abuso sexual por ese medio era una buena idea.

Ella es ahora una mujer de casi 40 años, pero está convencida de que se le debe de hacer justicia. Hace poco más de 20 años, fue violada por un profesor de la escuela Emma Willard School de Troy, en Nueva York y, aunque el sujeto fue despedido de la escuela, todavía hoy goza de cartas de recomendación para que pueda dar clases en donde quiera. Para Sullivan eso es inaceptable, y ahora busca una reparación del daño sufrido.

Desgraciadamente, la ley no está de su parte. En Nueva York, donde priva una legislación restrictiva en ese terreno, las víctimas pueden demandar a la institución donde el abuso tuvo lugar hasta antes de tener 21 años, y al atacante siempre y cuando no rebasen los 23.  Después de esas edades, ya no hay demanda que valga. Hay una enmienda legar que permitiría a las víctimas demandar hasta la edad de 50 años, pero el sector republicano de la bancada local se opone a ello.

De cualquier forma, tal y como sucedió en la película, Sullivan ha provocado un gran alboroto con sus anuciios. Uno de ellos está colocado en Albany, en un lugar no muy lejano de la escuela donde se perpetraron  los hechos; otro se encuentra en Fairfield, Connecticut, donde el violador fue a dar clases posteriormente, y el último está en un poblado cerca de su domicilio.

Tal vez todo esto al violador lo tenga sin cuidado. Para los hombres sin escrúpulos, las denuncias de la realidad no les importan. Pero tal vez este suceso ayude a modificar las leyes retrógradas de Nueva York, y coadyuve a modificar el marco legal en favor de las víctimas.

No es la primera vez que se utilizan anuncios espectaculares para fines distintos a los comerciales. En Londres, fueron utilizados para exigir castigo a los causantes del incendio de la Grenfell Tower, donde murieron 71 inocentes; y en México, este recurso fue utilizado por Isabel Miranda de Wallace para buscar a los secuestradores de su hijo, en febrero de 2006.

En ambos casos, la medida cambió las cosas. De manera indirecta, pero lo hizo.

Al igual que en la película.

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