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Un nuevo patriarca

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, tiene una lengua que no se detiene. Es un estadista que dice tres discursos al día de lunes a viernes, y dos diarios los fines de semana. Es la figura más conocida por la población. Siempre está frente a un micrófono. Habla, gesticula, demuele a sus enemigos, hace reír a la gente con sus ocurrencias. Es, salvando todas las distancias de los líderes históricos del socialismo, un nuevo padre de la patria.

Su historia es la de un viraje de 180 grados en la escala de las visiones políticas. Hace exactamente 20 años, era un joven rebelde e innovador que pisó la cárcel por leer a voz en cuello un poema del Islam en el que se abría la posibilidad de comprender a los infieles. Su caso fue digno de defensa por parte de Amnistía Internacional, y en muchos sentidos abrió una brecha hacia la llamada Primavera del mundo árabe.

Hoy las cosas han cambiado radicalmente. Edrogan tuvo una carrera política fulgurante, y de ser el alcalde de la luminosa ciudad de Estambul, bisagra de Oriente y Occidente, se convirtió en el presidente de una nación que llegó a formar parte de la Unión Europea. En ese entonces, se le consideraba el representante más digno del islamismo ecuánime y tolerante. Pero con el paso del tiempo se transformó en un sultán autoritario, que empezó su carrera metiendo a la cárcel al director del periódico en el que escribió su poema liberal y moderado. Luego, al calor de la lucha contra las drogas, desató una cacería contra los consumidores, y se ufanó de acabar con el consumo de enervantes… liquidando a los consumidores.

El presidente turco de ahora sigue hipnotizando a su gente, porque representa el símbolo más acabado del caudillismo árabe. Sus discursos son mezclas abigarradas de nacionalismo religioso, y casi siempre los endulza con ironías despiadadas de sus rivales o los políticos del extranjero. Pero una parte de la población se empieza a cansar de escucharlo siempre. Hoy, a diferencia de su cenit como líder de la nación, muchos apagan el radio o la televisión para no seguir escuchándolo. Eso podría ser el inicio de su eclipse.

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