El coronavirus, como ya se vio, no es una enfermedad pasajera que permite bajar la guardia después de un cierto tiempo. La sana distancia entre las personas, el evitar las reuniones masivas y el uso del cubrebocas son medidas que no pueden desaparecer de un día para otro. Máxime cuando se trata del país más afectado del mundo -Estados Unidos-, donde la pandemia ha dejado un saldo fúnebre de 762,000 muertos y una enorme población de contagiados, que ascienden a más de 47 millones de personas.
Los médicos y las autoridades sanitarias del país más poderoso del mundo están en una encrucijada. Por una parte, no quieren ignorar el problema ni ser alarmistas, y por ello no han salido a contener a la población que quiere festejar los días más esperados de fin de año, cuando ya se asoman el Día de Acción de Gracias a finales de noviembre y la navidad del 25 de diciembre. Son los días más felices del calendario, pero también los más propensos para que el virus se aproveche de todas las reuniones familiares y de amigos.
Las estadísticas arrojan cifras relativamente optimistas, pero no bastan para elevar la confianza. Los casos de coronavirus siguen estando por debajo de los números del año 2020, pero en las últimas semanas los nuevos casos se mantienen al alza. Los médicos observan con preocupación que cada día que pasa en el calendario los casos son mayores que los del día anterior.
No es un indicador para sonar las campanas de alarma, pero sí lo es para insistir en no bajar la guardia. No se pueden celebrar las fiestas de fin de año con un nuevo brote de ese virus que se ha convertido en una pesadilla. Cuidado.