You are here
Home > Internacional > Rusia en el nuevo mundo

Rusia en el nuevo mundo

Rusia ha sido un imperio siempre. Durante el reinado de los zares tuvo una extensión gigantesca, ya que comprendía más de 22 millones de kilómetros cuadrados. Eso equivale a una superficie más grande que el doble de la extensión de Canadá, el segundo país más grande del mundo.

Sin embargo, después de la disolución de la Unión Soviética, Rusia se sintió perdida, flotando en una geografía en la que había dejado de ser la potencia más importante del mundo socialista, el punto de referencia para naciones como Cuba, Rumanía y Hungría, y sin saber cuáles debían ser sus nuevos aliados.

A partir de ese momento, para Rusia se acabó el deber de enfrentarse directamente con las naciones de Occidente. Más bien se trata de adaptarse a un mundo que ahora se basa en gran medida en la competencia entre Estados Unidos y China. Para evitar quedar atrapada entre las dos potencias, Rusia empezó a crear una influencia regional —en África occidental, Medio Oriente y los Balcanes— con el fin de mejorar su poder de negociación en un futuro que parecía cada vez más incierto.

La intervención de Rusia en Siria, por ejemplo, pudo haber comenzado como un intento de evitar la caída del régimen de un déspota como Bashar al Asad, algo que, en efecto, chocaba con la posición de Occidente. Pero hoy en día, se trata de actuar como una influencia regional y de colarse entre los agentes de poder global para, por ejemplo, conseguir que Arabia Saudita tome en cuenta las opiniones de Rusia a la hora de decidir las tarifas de producción de petróleo. Occidente, centrado en la vieja imagen de Rusia como un adversario astuto, pasa por alto los componentes de esta situación.

En Moscú, por otro lado, la Unión Europea es vista como una potencia hostil con la que es imposible tener un lenguaje común.

En medio de todo esto, la visión de Estados Unidos está menos distorsionada. El presidente Biden ha logrado convencer a Moscú de que él se abstiene de intentar cambiar a Rusia y se centra en áreas —como la estabilidad estratégica— en las que sus intereses coinciden y permiten algunos objetivos en común. En una conferencia reciente, Putin se refirió a la cordialidad de su relación personal con Joe Biden.

Sin embargo, esta relación tampoco está exenta de malinterpretaciones. La más peligrosa, como queda claro por los últimos sucesos, es sobre Ucrania. Algunos estrategas en Moscú temen que Estados Unidos pueda establecer una base militar en Ucrania, o alentar a Ucrania a recuperar las zonas carboníferas ocupadas por Rusia.

Otros esperan que Biden, al necesitar a Rusia para contener a China, la ayude a salirse con la suya en Ucrania, ya sea presionando al presidente Volodímir Zelenski para que permita a Moscú opinar sobre la toma de decisiones en el futuro del país o, mejor aún, declarando la puerta de la OTAN oficialmente cerrada a países como Ucrania. Estas esperanzas y temores, igual de extravagantes, sin duda están detrás de los movimientos de tropas rusas a lo largo de la frontera de Ucrania.

A estas alturas, debe haber la posibilidad de sentarse a platicar sin temor alguno.

Todos deben de comprender a cabalidad que la guerra fría llegó a su fin hace algunas décadas.

Top