Los presidentes de Rusia y Estados Unidos parecen ser los únicos que pueden parar la guerra en Ucrania. Pero apuntan en diferentes direcciones. Putin está pulverizando los edificios de Ucrania porque está tratando de reescribir la historia y revertir lo que él considera la mayor injusticia de las últimas décadas: la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Así pretende reconstruir el antiguo imperio, y por eso no son suficientes ni las herramientas de disuasión tradicionales ni la diplomacia para hacer que renuncie a esa misión mesiánica.
En las últimas semanas, Biden ha sido muy consistente contra los planes de Putin para invadir Ucrania, y ha reunido a los aliados europeos en un frente más o menos común. “Como Kennedy y Krushev, son muy opuestos en muchos sentidos, pero también comparten el entendimiento común de la Guerra Fría”, dijo Nina Khrushcheva, bisnieta del líder soviético, quien ahora es profesora en la New School de Nueva York. “Y pienso que sí se comprenden mutuamente”.
Ambos proceden de hogares modestos y son producto de sus sistemas opuestos, y llegaron al poder por diferentes caminos. Biden, de 79 años, es un político que confía en el poder de su personalidad optimista como motor de la diplomacia, mientras que Putin, de 69 años, es un hosco agente de inteligencia lleno de resentimientos y teorías conspirativas.
“La visión de Putin es la de una historia llena de agravios que él pretende revertir, y la historia de Biden es la del triunfo de Estados Unidos al finalizar la Guerra Fría y del poder positivo de las alianzas, la libertad y la democracia”, dijo la profesora.
Si atendemos a las personalidades opuestas de ambos líderes, parece que la confrontación no cesará pronto.