Para los cinéfilos que siguen de cerca las películas de mafiosos, la alianza que existe entre el clero y el narco no es ninguna novedad. En películas como El Padrino y sus secuencias, antes y después de los hechos de sangre, los obispos y sacerdotes aparecen para bendecir y alentar a los criminales que le quitan la vida a decenas de fieles, pero que cumplen religiosamente con entregar generosas bolsas de limosna a los representantes del clero.
En México, una noticia del día revela que el Buró Federal de Investigaciones (FBI) investiga al empresario duranguense Fernando Peyro, hombre de confianza del Cardenal Norberto Rivera (en la fotografía), por presunto lavado de dinero. Según testimonios grabados, el empresario presume que le regaló al Cardenal una residencia en un club de golf en Durango, varios automóviles y algunos viajes a Europa. Rivera, quien fue arzobispo primado de México, fue nombrado en 2014 por cinco años como miembro del Consejo de Economía del Vaticano, junto con otros siete Cardenales. Su cargo fue utilizado como catapulta para el lavado de dinero.
En un documento se explica también que un ex informante del FBI, a quien llaman «Gloria» por seguridad, describió que Peyro de la O ofreció lavar dinero con la participación directa de Rivera.
Cuando se le peguntó al arzobispo sobre su participación en esas actividades, el prelado negó todo. Se despidió señalando que él actuaba «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.»
Amén.