Mijaíl Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética, murió el martes pasado (30/08/22) a la edad de 91 años. Fue un líder que acabó con el imperialismo soviético, sentó las bases de un desarrollo internacional basado en la negociación y la concordia, y cambió la fisonomía del mundo.
Aunque estuvo en el poder menos de siete años, Gorbachov desató una serie de cambios trascendentales para la URSS. Sus iniciativas condujeron al fin del Estado soviético, la liberación de las naciones de Europa del Este de la dominación rusa y el fin de las décadas más angustiosas de la Guerra Fría.
Su poder fue minado irremediablemente por un intento de golpe de Estado en su contra, y uno de sus enemigos más notorios -Boris Yeltsin- capitalizó su caída. En 1991, Yeltsin se encaramó en la presidencia rusa, y desde ahí boicoteó todos los intentos de Gorvachov por transformar a la Unión Soviética y al mundo.
Al final de su mandato, Yeltsin nombró a Vladimir Putin como su sucesor.
Ninguno de los líderes soviéticos que impulsaron la ignominiosa invasión rusa en Ukrania asistieron a los funerales de Gorvachov.
Eso habla muy bien de él.