Al contrario de la idea equivocada de que los migrantes llevan en sus maletas la perdición del sueño americano -incluyendo grandes dosis de fentanilo-, algunos analistas tienen la convicción de que los migrantes pueden ser la solución al desencanto que prevalece en Estados Unidos sobre su propio sistema.
Para esos analistas, los migrantes llevan en sus cabezas y en sus corazones la idea de contribuir a consolidar una nación próspera, rica en oportunidades, donde los ciudadanos puedan edificar sus propias vidas y ayuden a mejorar una sociedad cada vez más próspera, plural, incluyente, participativa y siempre activa. Finalmente, piensan muchos, Estados Unidos es una nación rica porque es una nación de migrantes.
Una de esos migrantes, la escritora ecuatoriana Carla Cornejo Villavicencio, publicó en la revista Time un artículo que sostiene que los migrantes pueden salvar la democracia de los Estados Unidos.
Ella sostiene: «La buena noticia es que los migrantes pueden ser nuestra arma secreta en la lucha contra el autoritarismo. Los migrantes aman a Estados Unidos de una manera que Estados Unidos necesita ser amado si quiere sobrevivir.
Nuestra desilusión política no se ha traducido en apatía, sino todo lo contrario: lo hemos convertido en un anhelo que se parece al sueño americano. Si el amor es la decisión de mantener algo amado con el riesgo de perderlo y sin necesidad de ser amado a cambio, ¿cómo llamar si no al código de honor por el que millones de indocumentados pagan impuestos y contribuyen a la Seguridad Social cada año, sabiendo que nunca verán un céntimo? Si la fe es la creencia en algo maravilloso sin necesidad de ver pruebas de su existencia, ¿de qué otra manera explicamos la lucha de 22 años de los dreamers para conseguir una vía hacia la ciudadanía?»
Si: las voces de los migrantes pueden ser todo un cimiento.