En Israel el pueblo acudirá el 17 de Marzo a las urnas, y las encuestas más recientes indican un cambio de rumbo.
La figura del momento se llama Isaac Herzog, el líder del partido laborista, que tiene un programa muy distinto del que ha impuesto hasta la fecha el partido conservador de Benjamín Netanyahu. Herzog se ha ganado a buena parte del electorado enfatizando que los costos de la vivienda se han incrementado un 70 por ciento en los últimos años, y afirmando que los Israelitas no se sienten seguros con la política del actual gobierno.
En la arena internacional ha dicho que Netanyahu arruinó los acuerdos nucleares con Irán, que se ha enemistado con la administración de Obama, y que los acuerdos de paz con los Palestinos se encuentran en un punto muerto.
Cuando el actual Primer Ministro llamó a elecciones el mes de noviembre pasado, no pensó que los laboristas representaran una amenaza para su gobierno. De hecho, se confió en que la izquierda laborista ha estado fuera del poder 16 años, y supuso que la oposición no contaba con un líder carismático que pudiese hacerle sombra.
Pero la situación ha cambiado, y aunque Isaac Herzog no tiene el carisma de Isaac Rabin, cuenta con la simpatía de una población cansada de los enfrentamientos y un clima internacional que aspira a la distensión en todos los frentes.
Para la Casa Blanca y los presidentes de Europa, Herzog es el vislumbre de un cambio que a corto plazo resulta urgente. En el mundo árabe y Medio Oriente se vive una situación explosiva por las guerras fraticidas entre chiítas y Sunitas, y por el surgimiento de un terrorismo de nuevo cuño representado por el Estado Islámico.
Si bien en ese contexto la permanencia del partido Likud y el gobierno de Benjamín Netanyahu representan un tablero político lleno de extremistas, la aparición de Herzog y los laboristas es un respiro que puede llevar a la apuesta de nuevas negociaciones y no la simple destrucción de los contrarios.
Sin embargo, aunque los laboristas ganen hoy las elecciones, Isaac Herzog no se convertirá automáticamente en Primer Ministro. Primero tendrá que formar una coalición de partidos que lo avale, y eso le llevará más tiempo. Pero su ventaja política será innegable.