Poca gente lo esperaba, pero en Nigeria ganó el líder opositor. Era una apuesta riesgosa, porque las encuestas daban un empate técnico, y porque su rival era el actual presidente, Goodluck Jonathan, quien tenía las cuerdas del Estado para inclinar los votos a su favor.
Además, el norte del país estaba bajo las amenazas del grupo terrorista Boko Haram, que había jurado cancelar las elecciones en los poblados que controlaba, y ajusticiar sumariamente a todos los votantes.
Finalmente, Nigeria no es un país de larga tradición democrática, donde los perdedores en las urnas se retiran momentáneamente a sus casas para preparar sus estrategias en los siguientes comicios. No; ante el empate técnico en las encuestas, el país esperaba una reacción de inconformidad, protesta y rechazo de los resultados, al estilo de Andrés Manuel López Obrador.
Pues no sucedió nada de eso. El próximo presidente de Nigeria se llama Muhammadu Buhari, que ha hecho historia como el primer candidato de oposición que le gana en las urnas a un presidente en funciones.
Ahora Buhari no la tiene fácil. Tendrá que lidiar con una economía frágil por la caída de los precios del petróleo, la amenaza permanente del terrorismo de Boko Haram, y la corrupción ancenstral de los funcionarios del Estado.
Pero en este último punto Buhari no es ningún advenedizo. Fue presidente de su país entre 1983 y 1985 -aunque apoyado por el ejército-, y se caracterizó por no meter las manos a las arcas de la nación. Hasta la fecha, vive en una modesta casa, al estilo de José Mujica en Uruguay.