Con más de 200 migrantes de los que llegan a su albergue, el padre Alejandro Solalinde salió rumbo a la Ciudad de México en un recorrido llamado Viacrucis de los Migrantes, para exponer el tema de los derechos humanos ante Aministía Internacional y la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Como se sabe, el sacerdote estableció desde hace años un albergue para recibir a los migrantes que llegan de Centroamérica, darles alojamiento temporal, alimento y palabras de aliento, y por eso desde hace años ha sido víctima de varios acosos. En primer lugar, por parte del narcotráfico, porque en la zona de Ixtepec, Oaxaca -donde se encuentra el albergue-, también es una zona de paso de droga, y los capos no quieren que nadie se entrometa en un territorio que consideran propio.
Pero también el albergue ha sido criticado por los habitantes del pueblo, porque muchos creen que los trabajadores centroamericanos no están solo de paso, sino que también han llegado por las fuentes de trabajo que tanto escasean.
Cierto es que el padre Solalinde fue reconocido con el Premio de Derechos Humanos por la Comisión del mismo nombre hace tres años, pero también es cierto que su esfuerzo se ha enfrentado a obstáculos de todo tipo, que van desde el racismo y la xenofobia de los mexicanos hasta la violencia de los cacicazgos políticos.