En la víspera del esperado día de las elecciones, vale la pena recordar las elecciones del 4 de julio de 1976, y ver cómo era México hace casi 40 años.
En esas elecciones, que eran para definir al Presidente, sólo había un candidato: José López Portillo. Era el candidato del PRI, y estaba apoyado por otros tres partidos que le hacían coro. El único partido de oposición era el PAN, y como medida de protesta no había presentado a ningún candidato. Había otro candidato -Valentín Campa del Partido Comunista-, pero no estaba registrado porque su partido estaba fuera de la ley.
De manera que los electores tenían que elegir entre un solo candidato, o votar por Campa y anular su voto. También podían no ir a votar. Pero curiosamente fue a votar una mayoría del 68.97 por ciento, lo cual quiere decir que 7 de cada 10 votaron, y José López Portillo ganó la presidencia con el 91 por ciento de los votos. Los demás votos se anularon.
Ahora hay quien dice que el ganador será el abstencionismo. Otros dicen que el PRI volverá a tener la mayoría perdida en el Congreso. Otros más, los más sombríos, dicen que el verdadero triunfador será la violencia. Es probable que los tres tengan razón.
A 40 años de distancia, el panorama electoral de México ha cambiado radicalmente. Ahora tenemos elecciones competidas, hay diez partidos nacionales en las boletas, y ni los gobernadores, ni los diputados federales, ni los diputados locales o los Delegados del D.F. van a ser de un solo partido. Es un México plural, donde la lucha pacífica por el poder es sumamente competida.
Pero junto a ese país que parece muy civilizado, que tolera las diferencias y que acepta las derrotas en paz, hay otro país que crece muy rápidamente, y que amenaza con devorar las simulaciones del primero. Es el México bronco de nuestros abuelos, pero que se ha desarrollado como una hidra de decenas de cabezas. Es el México que no quiere elecciones, el de la violencia del narcotráfico, el de la corrupción de los políticos, el de la voracidad de los empresarios, el de la hipocresía de la iglesia, el de las exageraciones y las mentiras de los medios, el de la indiferencia de los ciudadanos, el de la pobreza generalizada.
¿Hemos avanzado como país? El domingo 7 tendremos un esbozo de respuesta.