La mancha del Estado Islámico, que se pensaba únicamente para Siria e Irak, ya está en Libia. De acuerdo a testimonios de gente de apoyo de las Naciones Unidas, el grupo terrorista estuvo bombardeando un barrio de la ciudad de Sirte, al norte del país, para doblegar la resistencia de sus habitantes. Y para que no quedara dudas de los que sucedía con los rebeldes, varios cuerpos aparecieron colgados de las lámparas de la ciudad. Otros 12 fueron decapitados.
El panorama en esta región de Libia es desolador. El gobierno no tiene la suficiente fuerza como luchar contra los invasores, y la única resistencia es la de grupos locales que actúan con independencia pero sin la capacidad de derrotarlos. El Estado Islámico se está ramificando por todos los países árabes sin que nadie pueda detenerlo.
La ciudad de Sirte es la ciudad natal de Muamar Qaddafi, el dictador que gobernó a Libia con mano de hierro hasta que la llamada Primavera Árabe lo derrocó. Ahora el Estado Islámico, en una estrategia muy hábil para crecer, busca a los antiguos seguidores de Qadafi para ofrecerles el retorno al poder bajo su manto.