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Ejército de escoltas privados

El tema de los escoltas privados y sus arbitrariedades salió a la luz pública con el episodio de la golpiza que un grupo de ellos le dio al city manager Arne aus den Ruthen por reclamar que sus vehículos estaban sobre las banquetas del Paseo de la Reforma, y a partir de ese momento los medios y la opinión pública se han enfocado en analizar su comportamiento y denunciar sus faltas.

En la actualidad, los escoltas privados constituyen un verdadero ejército. Si bien no rebasan en número al total de los policías federales, estatales y municipales, su crecimiento ha sido vertiginoso en los últimos años, y en conjunto rebasan a los elementos de la Policía Federal y la de la Ciudad de México. En los últimos 10 años, el número de empresas de seguridad privada registradas a nivel federal ante la Secretaría de Gobernación pasó de 173 a 1,103. Los escoltas pasaron a ser de 419 a 73,411.  A estos se suman 3,069 compañías de este ramo con permisos pero solo a nivel estatal, que incluyen a 87 mil 583 efectivos. En total, según los datos proporcionados, el número de policías privados asciende a 158 mil 651 agentes. Es un número superior al de cualquier otra corporación de seguridad pública a nivel federal o estatal. La Policía Federal, por ejemplo, solo cuenta con 60 mil elementos.

Aunque las autoridades niegan que el crecimiento de este ejército obedece al aumentos de la inseguridad pública, todo indica que ése es el trasfondo del asunto. Las empresas privadas y los ciudadanos con alto poder económico saben que las fuerzas de seguridad del Estado no bastan o no son eficaces para detener la inseguridad, y ante ese panorama optan por contratar a sus propios policías a sueldo.

El tema es muy delicado porque se trata de policías sobre los cuales no existen controles de confianza, y si bien la policía oficial no siempre los cumple, por lo menos hay un mecanismo de vigilancia que los propios policías deben acreditar. En el caso de los escoltas, los mecanismos más estrictos -polígrafo, entorno social, exámenes toxicológicos y sicológicos- simplemente no existen.

El caso del nieto del expresidente Gustavo Díaz Ordaz, que fue robado por su propio escolta, ilustra claramente la bomba de tiempo que se ha activado con la permisividad de la policía privada. Se trata de otro grupo que, con manos libres, puede ser una nueva amenaza contra la seguridad de los ciudadanos.

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