Después de varias horas de caminata en busca de aves exóticas en la reserva del Triunfo en el estado de Chiapas, una mujer comentó: la verdad en la ciudad de México vemos más pájaros. Casi pareció broma, pero lo cierto es que observadores atentos pueden gozar las delicias que ofrecen las aves de la ciudad.
Las hay de todos tipos, en cautiverio o en libertad. Si se quiere disfrutar de un concierto estilo zócalo del puerto veracruzano, sólo es necesario pasar por la esquina que hace la Avenida Insurgentes con la calle de Porfirio Díaz frente al Parque Hundido. Hacia las 7.30 de la noche, cuando el sol se empieza a ocultar, los ruidosos zanates regresan a buscar su ramitas para pernoctar. Hacen una escandalera de chiflidos del todo jarocha.
Mucho menos ruidosas pero de jerarquía real, son las águilas y halcones que desde diversos puntos de la ciudad se pueden visualizar. Las hay entre otros sitios en Coyoacán, a la altura de los Viveros donde tienen nidos y les encanta planear. Por alguna razón disfrutan posarse en las antenas del edificio en la esquina de Churubusco y Universidad, y al cabo de un rato despliegan sus alas y regresan a volar.
En la colonia Tabacalera, a la altura de la Lotería Nacional en pleno mediodía los loros, cotorras y pericos de los edificios que hay por la zona se dan gusto para chiflar. Sus dueños ponen las jaulas en los balcones para que se asoleen y, si un caminante va atento, los puede escuchar. Si encuentran respuesta entre los paseantes, se sueltan a hablar.
En estos tiempos de calor, las gordas primaveras de pecho ocre emiten su clásica escalita por toda la ciudad. Aunque más difíciles de encontrar, están también los carpinteros, quienes con un toc toc reiterado y seco se hacen notar. Finalmente están los pequeños, finos y comunes gorrioncitos que dulcemente nos despiertan con sus cantos en las auroras citadinas, y los nerviosos y veloces colibríes que nunca faltan en los jardines y parques de la ciudad.