Para sorpresa de los incrédulos, la mayoría de los estadounidenses quiere dejar de gobernar el mundo metiéndose en asuntos de naciones extranjeras. Eso dice una nueva encuesta -capitaneada por Pew Research- que muestra que el 60% de los ciudadanos norteamericanos prefiere lidiar exclusivamente con sus propios problemas.
El tema ha salido a la luz a raíz de las declaraciones aislacionistas de Donald Trump, el cual, disfrazándose con un ropaje de respeto al derecho de otros países, dice constantemente que Estados Unidos reducirá notablemente su involucramiento en el mundo exterior si él llega a ser presidente.
Y la mayoría de ciudadanos lo apoya, claro, pero por motivos ajenos al tema del respeto internacional. La mayoría de los ciudadanos piensa que la globalización del mundo es nociva para Estados Unidos porque la competencia abierta les quita empleos y, lo que es más importante, porque están convencidos de que la migración está erosionando la pureza racial y laboral del país más poderoso del mundo.
De tal manera, lo que está sucediendo no está relacionado con el antimperialismo de las naciones latinoamericanas, ni con la libre determinación de los pueblos asiáticos o africanos, ni con el reclamo de los países árabes. Lo que sucede es un temor que dice imperiosamente que hay que retroceder ante la caída de fronteras políticas y económicas, porque el propio país parece ser más vulnerable ante el resto del mundo. Es algo parecido a lo que sucedió en el Reino Unido con el Brixit.
Es el ascenso de un sentimiento miedoso, hostil y xenófobo.