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Refugiados

En el pueblito de Kaktovik al norte de Alaska, están llegando decenas de refugiados del cambio climático. Son osos polares hambrientos, que han perdido sus plataformas de hielo para cazar focas. No huyen de la cacería, pero el derretimiento de su hábitat los ha obligado a bajar hacia el sur en busca de comida. Y a veces la encuentran. Los 260 habitantes de Kaktovik cazan ocasionalmente ballenas, o las encuentran varadas en sus playas por los mismos cambios que sufren los perfiles del Ártico. Y una vez que los humanos destazan los enormes cuerpos de los cetáceos, los osos blancos llegan para dar cuenta de las sobras.

El espectáculo es una belleza natural que atrae turistas al pueblo y lo abastece de modestos recursos, que de otra forma no son tan abundantes. Pero tras bambalinas se desarrolla un proceso que tiene muy preocupados a los ambientalistas de los cinco continentes: el Ártico se está descongelando a paso veloz, gracias a la emisión de gases de efecto invernadero en el planeta.

La destrucción de los hielos polares llevaba un ritmo normal este año, pero durante 5 días de noviembre el cambio climático clavó sus tenazas hirvientes y derritió casi 50 mil kilómetros cuadrados de un solo golpe, algo inusitado para los estudiosos del tema. Y el termómetro de dicha variable fue la súbita aparición de los osos polares. De repente, llegaron a las inmediaciones del pueblo más de 60. Algunas familias completas. Afortunadamente, los osos descubrieron los restos de una ballena en la playa, y los habitantes pudieron dormir tranquilos.

Los turistas, felices. Las fotos, únicas.

Y Donald Trump sigue negando la existencia del cambio climático.

(Información de The New York Times)

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