A un paso de entrar a la Casa Blanca, el nuevo inquilino no es bienvenido por muchos. En Estados Unidos tiene una aceptación del 40%, la más baja en la historia de un presidente entrante. Baraack Obama, por ejemplo, ingresó a la misma mansión con una aceptación superior al 84%; Bill Clinton llegó con un 67% y George W. Bush con un 61%.
Por otro lado, en la reunión cumbre de Davos, el presidente chino Xi Jinping hizo una dura crítica a las ideas de Donald Trump -sin mencionarlo- sobre la globalización y el proteccionismo que profesa. «Algunos culpan a la globalización por el caos que se presenta en el mundo -afirmó-, pero nadie saldrá victorioso si emprendemos una guerra comercial.» Vale la pena recordar que China tendrá un crecimiento estimado en más del 6% en 2017, y tiene un Producto Interno Bruto que le pisa los talones al de Estados Unidos.
Ante tales embestidas, el presidente ruso Vladimir Putin sintió la necesidad de salir en defensa de Donald Trump. Y para ello, acusó a la administración saliente de Barack Obama de difundir nociones falsas sobre su relevo presidencial. Putin se presentó como un defensor de la democracia al señalar que Obama está tratando de «minar la legitimidad del presidente electo, después de su convincente victoria.»
Y efectivamente, Trump necesita los apoyos que en su propio país no tiene. Y con las recientes declaraciones de los mandatarios se puede avizorar a los rivales del futuro inmediato: por una parte Rusia aliada a la Casa Blanca, y por otra parte el poderío emergente de China.
Los países europeos no saben en qué parte del conflicto serán ubicados por la grandes potencias.
Irán, Corea del Norte y el Estado Islámico serán los enemigos a destruir.
Y el resto del mundo contempla atónito el nuevo escenario.