Ahora le tocó a Stephen Bannon. El estratega estrella de Donald Trump, que llegó a formar parte del Consejo de Seguridad Nacional, ha quedado fuera del gabinete y del círculo íntimo del nuevo presidente.
Bannon cobró fama por ser un hombre que no sabía nada de política interna, ni de diplomacia, ni mucho menos de la preparación necesaria para dar opiniones sobre la seguridad nacional. Es un hombre que llegó ahí por su cercanía con Trump, y por sus ideas radicales sobre muchos temas. Próximo al Ku Klux Klan, Bannon no disimuló su antipatía por los afroamericanos. Después de que se exhibió la película Hidden Figures, que presentaba la discriminación que hacía la NASA de las mujeres negras que resultaron piezas fundamentales para lanzar astronautas al espacio, Bannon declaró que había que regresar a la época en la que había sanitarios para blancos y sanitarios para negros en todas las oficinas públicas.
La revista Time sostuvo en una de sus portadas que Stephen Bannon era el verdadero poder en el Salón Oval de la Casa Blanca, una especie de Rasputín que gobernaba en la penumbra las decisiones presidenciales.
Pero no fue un funcionario diplomático, y jamás ocultó sus ideales. Al llegar a su cargo como estratega principal del presidente, sostuvo que había que prohibirle a las mujeres el uso del Internet, «porque eso había creado muchos problemas».
Ahora ya no está. Y son cada vez más pocos los que lo van a extrañar.