Después del ataque a Siria, Donald Trump ha movilizado una flota de buques armados hacia Corea del Norte. Los barcos estaban estacionados en Singapur, y en las últimas horas se dirigieron amenazantes al Mar de Japón. Seguramente en el Salón Oval de la Casa Blanca hay reuniones para determinar cuáles son los blancos que pueden atacarse para minar el poderío militar de Pyongyang, sin afectar demasiado a la población civil.
En la capital de Norcorea, mientras tanto, seguramente hay reuniones de más alto nivel para determinar cómo será la respuesta ante un ataque de Estados Unidos. El gobierno de Kim Jong.un ha advertido que habrá “consecuencias catastróficas” y “medidas duras” si Estados Unidos continúa sus provocaciones. Entre Estados Unidos y Corea del Norte media una distancia de más de 10 mil kilómetros cuadrados, y sólo los altos mandos coreanos conocen el alcance de su poder balístico.
Fiel a sus bravuconadas, Trump dijo en su twitter que “Corea del Norte está buscando problemas. Si China quiere ayudarnos, estupendo. Si no, ¡resolveremos los problemas sin ellos!»
El presidente de Corea del Sur, más que preocupado, declaró que los asuntos de Corea del Norte deben ser prioridad de su país, y de nadie más. China dejó claro, frente al ataque a Siria, que está en contra de cualquier ataque con armas químicas, pero que las diferencias no pueden resolverse mediante el uso de la fuerza.
Rusia, por su parte, declaró que ante una nueva agresión por parte de Estados Unidos responderá de la misma manera.
Parece que la estrategia de Donald Trump es utilizar la fuerza contra los aliados de las dos grandes potencias, para demostrarle al mundo quién es la potencia que manda sobre la Tierra.
Pero eso es también una simple conjetura.
Lo más probable es que el nuevo presidente de Estados Unidos no tenga ninguna estrategia. Solo una madeja de arranques irascibles.