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White House of Cards

Al igual que el cine y la literatura, las series televisivas se esmeran por mostrar dramas que están sustentados con fuerza en los hechos culminantes de la vida real. Historias de conquistas históricas, tragedias medievales, pérdidas irreparables, venganzas que se consuman lentamente. Y cuando el contexto es político, las historias supuran comparaciones inevitables, condenas unánimes, elogios por revelar la verdad sin decir nombres.

La firma Netflix, heredera incómoda de los imperios de la Warner Brothers y Universal Studios, tiene en su poder dos series que se desarrollan en una Casa Blanca teñida de sangre. La primera de ellas tomó vuelo antes de las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos, y relata las maquinaciones de un político con ambiciones desmedidas -una actuación soberbia de Kevin Spacey-, que no repara en utilizar la difamación y el asesinato para ir trepando por las escalinatas del Capitolio hasta llegar a la Sala Oval del presidente. Ahora House of Cards es una serie mundialmente conocida, y en cuestión de días veremos por fin la quinta temporada. ¿Terminará Frank Underwood como Macbeth, envuelto en la sangre que brotó con el filo de su propia daga? Pronto lo sabremos.

La otra serie se llama Designated Survivor (Sobreviviente designado), y trata de lo que supuestamente sucedería en Washington si un atentado terrorista mata al presidente, al vicepresidente, a la mayoría de su gabinete y al Congreso entero. El funcionario sobreviviente, un hombre sin agallas políticas -encarnado por Kiefer Sutherland-, llega sin quererlo al Salón Oval y se enfrenta a la monumental tarea de reconstruir el gobierno de Estados Unidos en una situación mucho peor que la que generó el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.

Aunque ambas series pretenden develar los entretelones de la vida política en Washington, tienen diferencias enormes. El presidente de House of Cards llega al poder por la eficacia de sus ambiciones y venganzas, y su mujer (Robin Wright, ganadora del Globo de Oro por su papel) es la versión norteamericana de Lady Macbeth. Mientras que en la otra serie (Designated Survivor), el presidente es un hombre bueno, comprometido con su trabajo, sin muchas ambiciones y con una responsabilidad histórica que lo aplasta.

La realidad que se vive ahora en la Casa Blanca es igualmente dramática. Un hombre sin experiencia y sin escrúpulos ha llegado al Salón Oval para tomarse fotos. A unos cuantos días de su mandato, piensa que se gobierna con mensajes de Twitter. Y también es aficionado a apretar los botones de los misiles de largo alcance.

Tal vez el final de la serie real sea más escandaloso que las ficciones de Netflix. Y quizá no existan más temporadas.

 

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