El peso mexicano respira. No está fuera de combate. Después de la golpiza que recibió desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca -llegó a estar en una equivalencia cercana a los 22 pesos por dólar a principios de año-, la semana pasada se puso a menos de 18 pesos por dólar. Tuvo una ganancia cercana al 20% en poco más de medio año.
Sin duda el factor que está determinando la equivalencia de la moneda es externo, y está centrado en el futuro del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Como es bien sabido, la nueva administración de Washington aborrece los tratados de libre comercio con el resto del mundo, es alérgica a la globalización en todos los sentidos, y centra sus esfuerzos en el proteccionismo de su planta industrial más anacrónica. El nuevo presidente ha dicho que «el TLCAN es el peor acuerdo comercial firmado por Estados Unidos», y sus intentos por echarlo abajo pusieron a temblar a la moneda mexicana. Pero ahora algo ha cambiado. Es posible que el tratado comercial vuelva a negociarse, aunque sea en otros términos. El peso estuvo en la lona, pero aguantó la cuenta de protección.
La renegociación del Tratado de Libre Comercio es un tema desconocido por todas la partes involucradas. Si fuera por la simple voluntad de Donald Trump, el muro de contención que pretende levantar en la frontera para impedir el paso de los trabajadores sería también un muro para el intercambio de mercancías. Vuelta al feudalismo. Algo así como regresar a la época colonial, con un comercio nulo entre los países que fueron dependientes. Pero eso es imposible. La globalización ha tenido un sólido ariete en el Internet, las fronteras del mundo se han volatilizado con el imperio del mercado, los países se conocen y dependen más unos de otros, la cultura se ha universalizado y el aislacionismo es una bandera derrotada. La realidad es otra. Los flujos comerciales no se detienen ante los discursos políticos. Para entender eso basta un ejemplo: en plena era de Trump, las exportaciones automotrices de México a Estados Unidos se incrementaron en más de un 15% el pasado mes de junio. Y de las ventas al exterior de México en este rubro, casi el 80% se dirigieron al país del norte. Los sueños proteccionistas se disuelven ante la fuerza del mercado. La idea de volver a la edad de oro de la industria acerera de Pittsburgh es una quimera.
Sin embargo, en la renegociación del Tratado de Libre Comercio hay un tema que puede resultar muy benéfico para México. No lo ha puesto sobre la mesa el gobierno mexicano. Ni el presidente, ni el secretario de economía, ni el canciller. El que lo ha puesto sobre la mesa es el multimillonario Wilbur Ross, el secretario de comercio de Donald Trump. Dice que lo que se debería renegociar es el salario mexicano. Que entre el salario de México y el de Estados Unidos hay un abismo, y que ese es un factor que determina la emigración. Y tiene toda la razón. ¿Cómo? ¿El representante de Trump ahora defiende a los trabajadores de México? Pues sí. Porque el gobierno de México se olvidó de ellos hace muchos años.
Hay que recordar que el salario mínimo de México es de 80 pesos al día. Mientras que en California ese salario es de 12 dólares por hora. Y esos 12 dólares equivalen -al tipo de cambio actual- a 216 pesos. Por hora, no por día. Por día, trabajando ocho horas, serían 1,728 pesos. Es decir, que el salario mínimo de California es 21 veces mayor al salario mínimo de México. ¿Y tiene que venir el gobierno de Donald Trump para abrirnos los ojos?
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