Después de una guerra cruenta, que ha dejado la ciudad siria de Raqqa en ruinas, el Estado Islámico ha perdido su capital y buena parte del territorio bajo su control. Es sin duda una derrota militar, pero dista mucho de ser el final del terrorismo. El Estado Islámico sigue con su estructura jerárquica en funciones, sus milicias se han dispersado a lo largo de las poblaciones ribereñas del río Éufrates, y sus seguidores en los países occidentales siguen cumpliendo cada quien a su estilo sus actos terroristas y baños de sangre. Prueba de ello fue el último de los atentados automovilísticos en Manhattan, donde uno de sus militantes -Sayfullo Saipov-le quitó la vida a 8 ciclistas e hirió a 11 más en el sur de la isla.
Se ha dicho que El Estado Islámico ha sido la organización terrorista más exitosa sobre la Tierra, debido fundamentalmente a la obtención de sus recursos económicos. Y es cierto. De varias formas, la agrupación funcionaba ya como un Estado. Tenía el control armado sobre el territorio y la población, y sus ingresos provenían de los pozos petroleros y la recaudación fiscal de los habitantes bajo su yugo. Pero todo eso se ha acabado. Ahora los restos del Estado tienen que buscar nuevas fuentes de ingresos, y tentativamente lo están encontrando en la venta de drogas.
El tema no es nuevo. Incluso el actual Secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tyllerson, vinculó alguna vez al Estado Islámico con los carteles del narcotráfico en México, y ocasionalmente aparecieron noticias sobre la supuesta asociación o enemistad entre ambos. En la última década, además, la policía italiana decomisó varios barcos cargados de hachís, que recorrían las costas del norte de África de Marruecos hasta Siria, e inundaban el mercado europeo desde los Balcanes. En este tortuoso trayecto, el Estado Islámico cobraba un impuesto nada despreciable por el paso de la droga sobre sus aguas.
Ahora acaba de presentarse una nueva evidencia de que el grupo terrorista, con todo y su derrota y su dispersión, está utilizando drogas para hacerse de recursos. La policía italiana, nuevamente, acaba de decomisar un cargamento de 24 millones de tabletas de un opioide que viaja de India a Siria, y que supuestamente es traficado por el Estado Islámico. Las tabletas se llaman tramadol, y constituyen un analgésico tan poderoso como la morfina. Su uso está condicionado y en algunos casos proscrito médicamente, pero el grupo terrorista lo utiliza como nueva fuente de ingresos, para calmar las heridas de sus propias filas y, en épocas de combates, para infundirles valor a sus soldados.
Sí, es Estado Islámico ha vuelto a sus orígenes: la formación de guerrillas urbanas y rurales imposibles de exterminar. Si, tal y como se iniciaron los cárteles mexicanos.