El estado de Michoacán, joya colonial y uno de los escenarios naturales más bellos de México, se fue convirtiendo en terreno privado de los narcos. El proceso se dio por ósmosis. La infilración del narcotráfico hacia las instancias del Estado aprovechó todos los resquicios. Hoy se dice que aproximadamente 150 funcionarios tuvieron relaciones con el narco, o estaban en su nómina.
Las acciones contra los narcos de Michoacán han sido espectaculares. Cuando siendo gobernador Lázaro Cárdenas -nieto del expropiador del petróleo- pidió ayuda al presidente Felipe Calderón para combatir a los delincuentes, se inició con la movilización del ejército una guerra frontal que después se generalizó hacia otras partes. Pero el proceso de ósmosis no se detuvo. Después llegaron los intentos desesperados de las autodefensas, y la intervención federal a través del comisionado Alfredo Castillo, que hasta ahora ha sido muy eficaz.
Es bien sabido que una de las estrategias más socorridas del narco es la de apoderarse de los puestos del gobierno -ahí está el ejemplo del diputado Pablo Escobar en Colombia-, y de poner a los funcionarios bajo sus órdenes. Y desgraciadamente en Michoacán funcionó la receta con creces. Hasta ahora han sido aprehendidos jefes de mandos policíacos, presidentes municipales, ediles, un gobernador interino y el hijo de un gobernador en funciones. La red es enorme. Hay cerca de 350 policías estatales y municipales detenidos por secuestro, extorsión y espionaje.
La penetración por ósmosis se presenta cuando el cuerpo infiltrado no ofrece resistencia.