La India no es solo el país arquetípico de los hermosos templos sagrados, la espiritualidad que separa a la humanidad del mundo material, el nacimiento de Buda, la espera resignada de la reencarnación, la meditación como la ruta de la perfección. También es una nación acribillada por el incremento poblacional descontrolado, humillada por la miseria y las desigualdades sociales, desgarrada por las guerras religiosas y expuesta sin misericordia ante el mundo por sus crímenes de lesa humanidad.
El relato que viene a continuación sucedió en la India. Una niña de 8 años de edad, de raíces árabes y ojos enormes, pastoreaba a sus animales en una llanura al norte del país, cuando un hombre mayor la condujo con engaños a un bosque aledaño. Ahí la forzó a ingerir somníferos, la introdujo a un oscuro templo y la violó. Durante tres días, el hombre y dos amigos violaron a la niña repetidas ocasiones, hasta que finalmente la estrangularon. Su cuerpecito fue encontrado en el bosque con su vestido lleno de sangre.
La pequeña se llamaba Asifa Bano, y formaba parte de una tribu de nómadas musulmanes que recorren desde hace años los valles y cordilleras del norte de la nación. Y ese fue el motivo del escarnio. Los homicidas la violaron y asesinaron para forzar a la tribu a abandonar un sitio que, según explican, les pertenece.
Como todas las guerras religiosas, la de la India es un enfrentamiento tribal y sangriento, que no admite matices ni misericordia alguna. La niña fue encerrada en un templo hindú, con el beneplácito y la complicidad del custodio del templo. El propósito de las violaciones y el asesinato era muy claro: decirle a los miembros de la tribu nómada -llamada los Bakarwals- que no eran bienvenidos en esa tierra, y que tenían que salir de allí cuanto antes.
Luego entró la justicia, la política y la prensa, y estalló un volcán. El crimen fue cometido en enero, pero un grupo de abogados afines al partido gobernante -de religión hindú- trató de impedir que la policía local -predominantemente musulmana- levantara cargos contra los inculpados, y de inmediato se formaron grupos de apoyo y rechazo de los bandos. El presidente de la nación, Narendra Modi, acabó contra las cuerdas.
El caso es una aberración. Como todo lo que es producto de las guerras religiosas. Y la India, una nación que defiende la libertad de cultos de dientes hacia afuera, se desangra por un caso que representa los peores instintos del tribalismo, la negación de los otros y la depravación social.