Si en estos días fueran las elecciones en Brasil, el candidato ganador sería Luiz Inacio Lula da Silva, quien fue presidente en el periodo de 2003 a 2011, y a quien se debe el llamado milagro brasileño se sacar al país de la recesión económica, ponerlo en la ruta del desarrollo y reducir la pobreza que desde hace siglos lacera a los sectores más débiles de la población. El único problema es que ahora Lula está preso en la cárcel de Curitiba, y el Tribunal Nacional Electoral le impide competir en las elecciones.
Lula está cumpliendo una condena por corrupción de 12 años de prisión. Y sus seguidores afirman categóricamente que su encarcelamiento es una trampa política para sacarlo del proceso electoral. Según esta versión, la prisión de Lula no tiene fundamento. Está basada en una confesión arrancada a un directivo de la empresa constructora OAS, que le disputaba a Odebretch la nada honrosa encomienda de repartir dinero entre los políticos para ganar sus favores. El hombre de la confesión se llama Leo Pinheiro, un empresario que hizo una escala obligada de su infame carrera en la cárcel, y que por declarar contra Lula logró una rebaja de tres años de prisión en su condena.
Lula encabeza las encuestas con el 30% de las preferencias: le sigue con el 17% Jair Bolsonaro, un diputado energúmeno que aspira a recobrar el brillo de los gobiernos militares de antaño, y Marina Silva con el 10%, una ambientalista que fue compañera de lucha del cantante Chico Mendes. Los demás candidatos solo aportarn una fragmentación del voto, cuyas partes podrían aliarse al Partido de los Trabajadores que apoya al candidato preso.
Claro que Lula podría salir de la cárcel y llegar a la presidencia, como en su momento lo hizo Nelson Mandela en Sudáfrica. Pero las condiciones no parecen favorecerlo. Las multitudes lo reclaman, pero él, fiel a la disciplina partidaria, ya nombró como su representante a su exministro de educación Fernando Haddad, y como compañera de fórmula a la candidata comunista Manuela D´Ávila. Ambos son los más fuertes candidatos a gobernar la nación del baile y la miseria desde el Palacio de Planalto, allá en Brasilia.