Mientras Washington sigue cavilando si el cambio climático existe o es un invento de los chinos y los demócratas, Copenhague ha puesto sobre la tierra una serie de medidas para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y lograr el equilibrio ambiental para el año 2025. La ciudad quiere poner el ejemplo, pues dice que las ciudades son los núcleos humanos que más contaminan en el orbe.
Y tiene cómo hacerlo. En primer lugar, porque es una ciudad muy pequeña, con una población de 624,000 habitantes. En segundo lugar, porque su población tiene un elevado poder adquisitivo, y no tiene que consumir carbón o fósiles para sobrevivir. Y en tercer lugar, porque su población está convencida de que el cambio climático es un problema fundamental para la ciudad, para el país y para el mundo en general.
La ciudad ha identificado al transporte como uno de los sectores más nocivos en el terreno del cambio climático, y ha puesto manos a la obra para transformarlo. Tiene un plan en marcha para que la mayoría de sus habitantes utilicen la bicicleta en lugar del automóvil. Los impuestos a los automóviles son muy altos, y las vías para las bicicletas tienen ya tres carriles. Y el uso del Metro también se ha desarrollado notablemente. Muy pronto se terminará una línea que conectará a todos los hogares en una distancia máxima de 640 metros de alguna estación.
Por otro lado, una de las fuentes de energía natural más abundante en Copenhague es el viento. Y ese viento ayuda a generar la electricidad de la ciudad. Con el viento se calientan edificios, en parte, quemando basura en un nuevo incinerador de alta tecnología, que funciona con turbinas eólicas.
Copenhague es de las pocas ciudades que se preparan para el impacto venidero del cambio climático. Allá también las lluvias son más intensas, y el nivel del mar asciende por encima de los márgenes normales. En los barrios más vulnerables, la ciudad está creando nuevos parques y estanques para acumular el agua antes de que se escurra. Hay nuevos diques junto al puerto, y hay una propuesta de construir una isla nueva en el noreste para bloquear las tormentas.
Como casi todo el mundo sabe, el cambio climático es una amenaza planetaria que puede derretir glaciares, inundar islas enteras, profundizar las sequías, extender las hambrunas y azotar las costas con nuevos huracanes embravecidos. En esa marea cálida podrán sucumbir ciudades como Denver o Miami, Londres o San Francisco. Pero jamás Copenhage.
(Información de The New York Times)