Entre las decenas de periodistas que han sido asesinados en México en la últimas décadas, el nombre de Miroslava Breach resuena en todos los oídos de Chihuahua, su tierra natal. Era una periodista de investigación, se tomaba muy en serio su trabajo. Columnista de El Norte de Juárez y corresponsal del diario La Jornada, denunciaba los vínculos que existen entre el narcotráfico y las autoridades. En marzo de 2016 reveló que en varios municipios del estado los precandidatos del PRI y del PAN tenían vínculos con narcotraficantes, y mientras el PRI cambió a sus precandidatos, el PAN se quedó con el triunfo electoral.
En febrero de 2017, Miroslava publicó, con nombres y apellidos, los nombres de los jefes de varias policías municipales que trabajaban para los cárteles. La revelación fue sorpresiva, y el 23 de marzo del mismo año Miroslava fue asesinada por un sicario mientras llevaba a su hijo a la escuela. Nadie dijo nada. El gobernador Javier Corral anunció que ese crimen no quedaría impune, pero hasta la fecha no se ha resuelto nada.
El caso de Miroslava había servido solamente para engrosas el número de periodistas asesinados en México, que sobrepasan los 130. La impunidad es espantosa. De cerca de 800 investigaciones abiertas desde 2010, solo ha habido una decena de sentencias condenatorias. Todas para los autores materiales. Los autores intelectuales siguen en la penumbra.
Así nació el Proyecto Miroslava, un equipo de periodistas franceses, británicos y latinoamericanos que decidió llevar a cabo investigaciones de fuentes abiertas. A ver si así, con el apoyo internacional, los periodistas pueden dejar de ser uno de los blancos del crimen organizado.