Después del cierre de la construcción del aeropuerto de Texcoco, y ante el alud de amparos que busca detener la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, México debería voltear a ver lo que sucede en otras partes del mundo, donde la construcción y cierre de aeropuertos no se define por cuestiones políticas.

China acaba de inaugurar el aeropuerto más grande del mundo, que se extiende en una superficie de un millón de metros cuadrados. Se trata en realidad de una ciudad perfectamente diseñada, con capacidad de albergar a más de 100 millones de pasajeros al día, que llegarán a cerca de 200 millones en unos cuantos años. Es decir, una población mayor a la de todos los mexicanos.

Este portento se llama el Aeropuerto Internacional de Daxing, y se encuentra a 20 minutos de viaje en tren desde Beijing, la capital del país. Costó la friolera de 12 mil millones de dólares, y se construyó en 45 meses de trabajos muy arduos e intensivos. En su interior cuenta con una gran cantidad de tiendas, cafeterías, hoteles, restaurantes, lugares de entretenimiento para niños, pasillos para llegar rápidamente a las puertas de salida, asientos para todos.

Cuenta también con un sistema antisismico que permite el transporte de los pasajeros que llegan y salen en trenes de velocidades de 250 kilómetros por hora, y tiene un sistema donde cada pasajero puede monitorear su equipaje en tiempo real, para evitar pérdidas.

El aeropuerto se ha considerado una de las maravillas del mundo, junto a la pirámide de Chichen Itzá en Yucatán, el Taj Mahal en la India, la Muralla China, el Coliseo de Roma, la ciudad de Petra, Machu Pichu en Perú y la figura del Cristo Redentor en Río de Janeiro.

Mientras tanto, en México, cerramos las puertas a los nuevos aeropuertos.