El pronóstico no es nuevo: cuando las crisis económicas arrecian, muchos trabajadores se van a la calle. En la crisis de los años 2007-2008, un grueso número de 22 millones de trabajadores perdieron sus empleos. En la actualidad, se calcula que existen 188 millones de personas desempleadas en el mundo, y los rangos finales son muy difíciles de predecir. En el mejor de los casos, si la expansión del virus se controla y los gobiernos apoyan al consumo y al empleo, se perderán poco más de 5 millones de empleos. En el peor de los casos, si el contagio del virus se desborda y una gran suma de empleos se pierden, el desempleo podría afectar a 25 millones de trabajadores.
En México, el gobierno está haciendo esfuerzos para que los empresarios no despidan a sus trabajadores. Resulta un esfuerzo inaudito, pero muchas empresas han aceptado seguir pagando a sus trabajadores -con todo y sus prestaciones- mientras no acudan a sus centros de trabajo.
Eso puede ser un muy buen principio en dos frentes: no solamente en el momento actual, cuando las autoridades recomiendan a todo el mundo no salir de sus casas, sino también en el momento en el que se reabra la economía y los trabajadores se reintegren a sus lugares de trabajo. El acuerdo actual puede ser el primer ladrillo para construir un consenso de reactivación económica que comprenda estímulos crediticios y nuevas inversiones.
El mal tiempo puede convertirse en buena cara.