La epidemia del coronavirus ha dejado en el centro del escenario político de Estados Unidos y del mundo a la figura de Joe Biden. Muchos analistas piensan que, después de los desvaríos de Donald Trump sobre la magnitud de la pandemia, el electorado norteamericano se inclinará por Biden para que sea el próximo huésped de la Casa Blanca.
Si bien Biden no es un gran orador, ni se le conocen dotes extraordinarios como polemista, es precisamente su figura de político moderado, en ocasiones reservado y medido en sus declaraciones lo que lo puede catapultar hacia la presidencia. Todo mundo sabe que Trump ha sido un presidente arrebatado, desmedido, incapaz de gobernar sus arranques, y que ninguno de esos atributos son ventajas en la próxima carrera presidencial.
Joe Biden es lo opuesto a todo eso. Pero no está libre de ser blanco de escándalos. Hasta la fecha, dos mujeres lo han acusado de, por lo menos, una cercanía corporal indecorosa. Además, gracias a las astucias de Donald Trump, su hijo ha sido acusado de corrupción mientras trabajaba en una empresa de Ucrania. Pero ninguna acusación ha sido probada.
Biden puede llegar a la presidencia por los errores de Trump. Pero necesita también tener aciertos propios. Y uno de ellos podría ser, como lo dicen los rumores, que está pensando en Michelle Obama para la vicepresidencia de Estados Unidos. Es una apuesta arriesgada, sin duda, porque Michelle es mujer y además es negra. El electorado decidirá si Estados Unidos está preparado para ello.