Entre muchos de los problemas acarreados por el coronavirus en todo el mundo, se encuentra el temor a la carestía de alimentos. En Estados Unidos, uno de los mayores consumidores de carne en el mundo, los anaqueles empiezan a estar vacíos. Y eso sucede en un año en el que se suponía que la producción y el consumo iban a estar entre los mayores de las últimas décadas.

La empresa Tyson Foods, una de las más importantes productoras de carne en el país, señaló recientemente que «la cadena de producción se está rompiendo». No es un llamado de sálvese el que pueda, pero es una señal de alerta para lo que puede venir.

El problema es que en diversas fábricas empacadoras de carne de res y puerco varios trabajadores han salido positivos en las pruebas del coronavirus, las nóminas se han reducido, y la producción también. El pasado 27 de abril, los reportes anunciaron una caída de la producción de carne de res del 25% en el último año, y una reducción del 15% en la carne de puerco.

Donald Trump, que tiene la vista puesta en la elección de noviembre, ordenó que las fábricas permanezcan abiertas para superar los miedos. Pero no son solo miedos. En el último mes, de acuerdo al sindicato United Food and Commercial Workers, han muerto 20 trabajadores de coronavirus y han sido hospitalizados con síntomas más de 5 mil.

Habrá más desempleo y, desgraciadamente, menos carne.