A mediados de la cuarentena impuesta por el coronavirus en Estados Unidos, mientras varios estados abren las puertas para la reincorporación económica de sus ciudadanos, el escenario político se ha ampliado y ha ganado notoriedad de manera fulminante. Y eso, en buena medida, por la reciente actividad pública de Barack Obama, quien ha decidido romper el silencio que mantuvo prudentemente hasta hace unos días, cuando se puso los guantes de boxeo para devolver todos los golpes enviados por su sucesor, el actual presidente Donald Trump.

«Más que cualquier otra cosa, la pandemia ha derribado la cortina de humo que hacía creer a la gente que sus gobernantes sabían lo que estaban haciendo», dijo Obama en una conferencia por internet dirigida a todos los graduados de los bachilleratos y las universidades. Sin embargo, el público central de su conferencia fue el de las minorías negras del país. «Siempre han sido los negros los que llevan la carga más pesada -dijo con el semblante duro-, y en esta ocasión no son la excepción.»

En su discurso, ni siquiera tuvo el detalle de defenderse de la última acusación en su contra hecha por Donald Trump, en la que lo acusa de instigar a un golpe de Estado durante la campaña del actual presidente. Seguramente -y con razón- pensó que no valía la pena.

Lo cierto es que la elección presidencial de noviembre ya está a la vuelta de la esquina, y los contendientes ya no se guardan los golpes.